La resiliencia del diente de león

Un diente de león siempre encuentra oportunidades para florecer, en banquetas, campos, huertos, montañas o jardines; esta flor es la representación de resiliencia, fuerza, belleza y transformación. 

El sábado pasado fui a regar el huerto, debajo de los botones blancos del manzano había una congregación de flores que, con su amarillo brillante y su aroma dulce y fresca, invitaban a las abejas a visitarlas. Puedo pasar horas viendo la interacción de estas fascinantes insectas con las flores, como van y vienen, visitan una flor y después la otra, se encuentran con sus hermanas, regalan vida. Ese sábado de abril corté una flor, para llevarla a casa y ofrecerla como símbolo de recuperación, a un querido apicultor que marcó mi vida, Andrea Paternoster. 

Mi relación con Andrea empezó mucho antes de conocerlo, fue en noviembre de 2018. El primer día del curso de análisis sensorial de miel en Boloña llevé las 18 mieles de A de abeja, al día siguiente, en el break, Raffaelle Dall’Olio nos presentó el maravilloso proyecto de Andrea: MieliThun. Una caja negra, 18 mieles monoflorales de distintas regiones de Italia, y la Mielicromia, un muestrario de los colores de las mieles –con descriptores de origen botánico, colores del polen, uso en cocina, datos curiosos, perfil organoléptico–. Para mi sorpresa, el último día del curso lo recibí como premio por haber identificado el mayor número de mieles. Desde entonces guardo la Mielicromia como un tesoro, y una inspiración para seguir construyendo caminos para las mieles mexicanas.

Sin habernos encontrado todavía, la vida seguía dirigiéndome al trabajo de Andrea. En 2019, después de aplicar a la maestría en la Universidad de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo descubrí que él nos daría una clase. Ya siendo estudiante, y con Bruno acompañándome en esta aventura italiana, una tarde de diciembre fuimos a Zero –la enoteca de vinos naturales de nuestro hogar temporal, la Cittá di Bra– Maurizio, nos ofreció una copa de hidromiel: L’esuberante, con la soltura y pasión de siempre nos contó del productor: Andrea Paternoster. 

Como buena serendipia, era la última botella, disfrutamos las gotas de felicidad de esa espumante y delicada hidromiel mientras Maurizio nos contaba historias que denotaban lo extraordinario de su amigo, y yo contaba mi fascinación por la miel y las abejas, al final esa es la razón por la cual llegué a Pollenzo. Al despedirnos, Maurizio sacó de debajo de la barra una miel de coriandolo de Mieli Thun, nos hizo probarla enalteciendo los sabores de coco y chocolate que le sorprendían de esa miel. Con la generosidad que caracteriza a la cultura italiana, esa noche Maurizio nos regaló su frasco de miel favorito. La figura de Andrea Paternoster seguía creciendo a través de cada historia que alguien tenía que contar.

El encuentro real se postergó. La semana que Andrea visitaría nuestra universidad, fue la primera pausa que el Covid-19 puso a nuestras clases. Y es así como llegó la primavera de 2020, en confinamiento. Desde nuestro balcón podíamos ver el campo del vecino pintado de amarillo, con el paso de los días algunas secciones se transformaban en algodones blancos, fue en ese balcón donde empecé a observar esas flores desde una nueva perspectiva, ¿no es maravillosa la transformación que vive un diente de león? ¿no es sorprendente cómo nacen espontáneamente? Estas flores, además de iluminar los paisajes, son fuente importantísima de néctar y polen para las abejas, no es casualidad que la miel de diente de león sea icónica de la biodiversidad italiana.

Ocho meses y seis párrafos después, finalmente llegó el día de conocer al famoso apicultor italiano con quien ya sentía una conexión. Siguiendo los protocolos propios de los nuevos tiempos, distancia social, cubrebocas y estaciones de cata individuales, tuvimos la muy esperada clase de miel. La experiencia comienza desde que pones un pie en el salón, dos colmenas te reciben –una Langstroth intervenida por un artista y una coleman tradicional de ramas y arcilla–, las mieles de diversas tonalidades de Mieli Thun se exhiben a la altura del corazón, y el olor del salón está ya predominado por notas dulces y cálidas.

No puedo esperar a probar sus mieles. A viajar por toda Italia desde este salón en Pollenzo.

La espera terminó, Andrea entró al salón con su icónica chamarra amarilla, con voz poderosa y calmada nos dio la bienvenida a su mundo, a un universo que co-creó de la mano de las abejas y las flores, de la poesía y la belleza, de la ecología y el placer. Un universo interconectado del cual nos hizo parte. 

Mientras nos contaba su historia e interactuaba con la clase para involucrarnos en su mundo nos preguntó si nos parecía raro tener mieles en copas de vino, de inmediato contesté que me parecía lo más normal, “claro que te parece normal, llevas una abeja en el corazón”, dijo refiriéndose al pin de abeja que siempre me acompaña. En ese momento conectó que yo era la estudiante que había ido a Pollenzo por la miel, me miró a los ojos y con gran certeza aseveró, “tu y yo vamos a cambiar el mundo, ya estamos cambiando el mundo”. 

Recorrimos diferentes ecosistemas de Italia a través de las mieles, desde los Dolomitas con una miel millefiori que me recordó a una acacia con ligeras notas cítricas, hasta Basilicata donde la cercanía del mar se representa en las mieles de Sulla y Eucalipto, que maridó con un queso Gorgonzola de leche de vaca y un Ricotta de leche de oveja respectivamente. Andrea fue el mejor guía para descubrir el fascinante mundo de las mieles italianas, despertó la curiosidad de sus estudiantes para pensar en la miel como un ingrediente, no como un endulzante, nos contó de procesos y anécdotas, probamos diferentes usos de miel en la cocina. Para cerrar el día brindamos con las delicadas burbujas de la hidromiel l’esuberante. 

Al despedirnos, le regalé unas mieles de A de abeja y yo me llevé a casa una miel de Tarassaco –diente de león– de Mieli Thun, y una colmena de inspiración de este apicultor que dedicó su vida y genialidad a compartir su amor por las abejas, las mieles, la belleza y el placer. 

Los dientes de león siempre buscan la forma de florecer, viven en la tierra –en banquetas, campos, huertos, montañas o jardines–, se transforman y dan vida aunque su ciclo se apague. Quiero pensar que Andrea es un diente de león que la vida sopló antes de tiempo, pero que el viento llevó sus semillas a muchos horizontes. Gracias Andrea, por compartir una abeja en el corazón.

aggiunti molti obiettivi, oggi mieli thun lavora per dare voce e forza crescente alla sua idea, per promuovere i valori che porta in seno e nell’anima, al fine di coinvolgere nuovi estimatori e onorare tutti coloro che hanno dedicato la propria vita professionale alla nobile arte dell’apicoltura.

andrea paternoster

"Sumado a muchos objetivos, hoy mieli thun trabaja para dar voz y fuerza creciente a su idea, para promover los valores que lleva en el alma, con el fin de involucrar a nuevos admiradores y honrar a todos aquellos que han dedicado su vida profesional a la noble arte de la apicultura."
–Andrea Paternoster

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